sábado, 23 de mayo de 2009

La educación ambiental y el acercamiento al entorno como abstracción

La problemática ambiental que hoy vive el planeta ha llegado a ser tema importante de
reflexión y de preocupación tanto en el conjunto de la sociedad como por parte de organismos
internacionales y de instituciones nacionales y locales. Cuestiones como el acelerado
crecimiento del conjunto de la población mundial en relación con los recursos (especialmente
agua y alimenticios) disponibles en determinadas zonas del mundo, la desaparición de grandes
zonas boscosas (en especial selvas tropicales), la progresiva desertización de amplias zonas
del planeta, el agotamiento de los combustibles fósiles, el cambio climático, las lluvias ácidas,
la disminución de la capa de ozono... son objeto de preocupación para gran parte de la opinión
pública mundial y repercuten sobre el conjunto de la humanidad.
Se suele reconocer la gravedad de esta problemática, al punto de considerar que puede llegar
a poner en peligro la propia continuidad de la especie humana sobre la tierra. Sin embargo, es
el propio modelo de desarrollo dominante en el planeta el marco en el que se generan los más
importantes desequilibrios para el medio ambiente.
Así, la situación llega a ser contradictoria: mientras que determinadas políticas desarrollistas
contribuyen al agravamiento de dichos problemas, desde muy diversas instancias se producen
esfuerzos reales para abordar y controlar los problemas ambientales. Existe una diferente
concepción de lo que se ha dado en llamar “crisis ambiental”: para unos, no es más que la
consecuencia tributaria al desarrollo y bienestar alcanzado y, para otros, significa la necesidad
de replantear valores, actitudes y conocimientos, en busca de una nueva forma de entender el
mundo, una nueva forma de actuar y pensar.
Esta segunda postura implica aceptar la falta de validez de determinadas concepciones sobre
el funcionamiento de las cosas para hacer frente a los problemas ambientales, además de
poner en duda la idoneidad de las relaciones seres humanos-medio actualmente existentes. Se
plantea un nuevo marco ético y una nueva forma de entender la realidad. Bajo este punto de
vista la realidad será otra y las actuaciones sobre ella tendrán otro carácter.
El ambiente se muestra como un concepto que incluye factores naturales, sociales y culturales
íntimamente relacionados y en continua evolución, conformando un todo en lo que lo esencial
es la manera en que los distintos factores se interrelacionan. Los seres humanos están en el
centro actuando sobre el conjunto y son a la vez resultado del mismo. El ambiente, así
concebido, escapa al entendimiento mecanicista tradicional en el que la complejidad no tiene
cabida. Los seres humanos adquieren un papel igualitario y solidario con los demás elementos,
ante la evidencia de que el mantenimiento de la vida es de interés común para la humanidad y
para las demás especies, lo que implica incorporar el concepto de solidaridad. Desde la
concepción antropocéntrica del medio ambiente como recurso a explotar por los seres
humanos, se pretende construir una nueva concepción biocéntrica en la que el ambiente es
una red de interacciones de las que formamos parte de manera inextricable.
Tanto la concepción compleja de la realidad como nuestro papel dentro de ella, tienen
importantes repercusiones en la educación si entendemos que la problemática ambiental forma
parte de la sociedad en la que vivimos y, por tanto, se constituye como un elemento de
conocimiento, reflexión y respuesta en el ámbito escolar. Desde esta perspectiva la educación
puede y debe abordar los problemas ambientales.
La educación ambiental se considera un proceso de aprendizaje a lo largo del cual han de
vincularse el conocimiento del medio ambiente y la intervención sobre él. La comprensión del
medio y el desarrollo de capacidades y actitudes debe permitir abordar los problemas
ambientales en toda su complejidad y ofrecer soluciones. “La educación ambiental, a largo
plazo y en sentido amplio debe lograr que la población mundial tenga conciencia del medio y se
interese por él y por sus problemas y que cuente con los conocimientos, aptitudes, actitudes,
motivación y deseo necesarios para trabajar individual y colectivamente en la búsqueda de
soluciones a los problemas actuales y para prevenir los que pudieran aparecer en lo sucesivo”
(Carta de Belgrado 1975).
El objetivo fundamental de la educación ambiental consiste en conducir a los individuos y a las
colectividades al entendimiento de la complejidad del ambiente, tanto natural como creado por
los humanos y a la adquisición de conocimientos, valores, comportamientos y competencias
necesarias para participar responsable y eficazmente en la prevención y solución de los
problemas medioambientales.
La construcción progresiva de la noción de ambiente
Podemos definir cuatro grandes formulaciones en la percepción progresiva del ambiente por
parte del alumno, entendiendo cada una de estas formulaciones no como una fase estanca que
precede a la siguiente, sino como una construcción orientativa y flexible para explicar las
relaciones entre el niño y el medio, que puede extenderse en el tiempo más o menos,
confundirse en algunos de sus rasgos con la siguiente fase perceptiva, originar momentos más
o menos amplios de transición, estancamiento y retroceso, etc.
1) El ambiente indiferenciado.
En un primer momento niños y niñas perciben su ambiente como una realidad indiferenciada,
magmática, en la que objetos, sensaciones y relaciones aparecen mezclados sin una
organización definida (sincretismo). De este conjunto se van progresivamente diferenciando y
reconociendo personas, objetos y situaciones por su importancia vital para el niño: los padres,
el círculo de amigos, la comida, el parque o el kiosco. La interacción social aparece, aquí ya,
como un mediador que orienta el uso de los sentidos y la manipulación de objetos por parte del
niño. Estas actuaciones y percepciones simples van introduciéndolo lentamente en una
diferenciación inicial de lo existente, estableciendo categorías muy básicas como vivo-no vivo,
bueno-malo, que suponen ya el inicio de la construcción de ciertos conceptos básicos como
unidad-diversidad o igualdad-diferencia.
2) El ambiente como escenario.
En la medida en que la percepción sensorial y la acción modificatoria de su entorno dan paso al
uso de capacidades de representación simbólica de la realidad (el lenguaje hablado y escrito,
por ejemplo) y a la aplicación de ciertas competencias ligadas al pensamiento concreto
(clasificar y ordenar, entre otras), se va adquiriendo una concepción más diferenciada y
analítica del medio vivido, en la que objetos, elementos y situaciones van apareciendo con
rasgos propios (aunque estos rasgos sean superficiales y visibles, más que sustantivos)
situados en un espacio crecientemente amplio y articulado. El ambiente aparece así como un
escenario o lugar donde ocurren cosas, situado siempre en torno a las vivencias del sujeto, y
que posee un carácter yuxtapuesto, fragmentado y compilado de objetos percibidos
aisladamente (en el bosque hay árboles, conejos, aves y leñadores).
Esta visión del medio supone una perspectiva muy simple de aproximación a la realidad,
planteada como un conjunto de elementos diferenciados a grandes rasgos, pero escasos o
nulamente relacionados. La ausencia de relaciones proviene de la dificultad de establecer
series causales entre fenómenos y hechos, así como para percibir de forma dinámica los
elementos del ambiente (describir un proceso, por ejemplo, y situarlo temporalmente). Además,
la visión del ambiente-escenario tiene una fuerte componente egocéntrica, tanto en la
organización del espacio-marco como en el significado positivo o negativo del propio medio,
que se mide en función de los intereses del alumno o del grupo primario al que pertenece.
La construcción del concepto de ambiente pasa aquí por trabajar las ideas de diversidad y
distribución de elementos en un territorio o espacio, o de ordenar determinados hechos en un
tiempo próximo al alumno, de manera que se vayan estableciendo diversas categorizaciones
de lo existente, se vayan definiendo ciertas relaciones simples entre objetos, se vayan
aceptando intereses y puntos de vista diferenciados.
3) El ambiente como recurso.
De la posición egocéntrica del ambiente- escenario se avanza hacia una mayor descentración
que
sitúa en la colectividad social de pertenencia -más que en el individuo o grupo inmediato el
factor explicativo y justificativo de la relación con la realidad. Las necesidades de “la sociedad”
son consideradas como la razón de nuestras relaciones con el medio, entendiendo éste más
como un conjunto de recursos relacionados entre si, que son utilizados para mejorar las
condiciones de vida de la especie, y usando la tecnología para ejercer un “control” creciente
sobre la naturaleza en orden precisamente a extraer esos recursos. Esta visión sitúa a los
colectivos sociales en el centro de lo existente, pero al mismo tiempo en el exterior de los
sistemas naturales, considerando “lo humano” como algo distinto al “ambiente natural”, de
forma que las relaciones que se perciben son unidireccionales, las personas “usan” el medio
ambiente, lo transforman y adaptan, pero no existe un condicionamiento y dependencia a la
inversa, las personas en su medio. No se plantea, por tanto, el carácter interactivo de las
relaciones.
Esta concepción del ambiente permite ya una cierta aproximación a las concepciones
científicas
basadas en la interdependencia de sistemas antrópicos, biológicos y físico-químicos; permite
además la puesta en juego de determinados conceptos generales como el de diversidad,
aplicando una serie de categorizaciones como analizar, comparar, clasificar, establecer series,
etc., y distribución, situando la información procedente del ambiente en un espacio determinado
ordenando objetos en un periodo de tiempo.
La visión aditiva y fragmentada del medio ambiente comienza a superarse precisamente
mediante la captación de relaciones funcionales entre seres vivos y objetos inanimados o entre
el ser humano y los elementos naturales.
Por último, en este nivel de percepción del ambiente pueden trabajarse inicialmente cuestiones
como el reconocimiento de problemas y conflictos derivados del uso del medio ambiente por el
hombre o simplemente de procesos naturales más o menos alterados (sequía, inundaciones,
competencia entre especies, etc.) y avanzar en la sustitución de la visión finalista-utilitarista del
ambiente por otra en la que la idea de desequilibrio - que puede afectar negativamente a la
especie humana, que no controla absolutamente las consecuencias de sus propias
actuaciones- vaya siendo construida.
4) El ambiente como conjunto de sistemas que se relacionan. El concepto de interacción:
Del énfasis socio-céntrico y sumativo propio de la etapa que acabamos de comentar el alumno
puede avanzar hacia una visión creciente e interrelacionada del medio ambiente, en la que la
inicial percepción de relaciones en el interior de sistemas simples da paso a la existencia de
relaciones entre sistemas.
Por otro lado, el paso de la causalidad simple y unidireccional, que está en la base de la acción
del hombre en el ambiente como no recíproca, va dando paso a una visión de causalidad
circular en la que la interdependencia entre causa y efecto permite ir construyendo el concepto
de interacción entre el ser humano y su marco natural, entre desarrollo social y medio físico y
biológico, entre cultura y naturaleza.
Es posible avanzar así hacia una visión compleja, donde el funcionamiento y las propiedades
de los elementos dan paso a la organización e interrelación de sistemas, tendiendo a la
comprensión del ambiente como un conjunto complejo de factores sociales, biológicos y físicoquímicos
con un nivel de organización alto y cambiante, del que las personas forman parte
como una especie con gran capacidad de adaptación-intervención, pero sujeta al mismo tiempo
incluso a niveles de supervivencia, a las propias modificaciones que genera en el medio
ambiente.
La noción de ambiente
La percepción aditiva y fragmentada de la realidad, la dificultad por tanto de relacionar objetos,
de captar procesos de cambio y plantear explicaciones causales que vayan más allá de una
explicación simple y lineal pueden caracterizar la forma de entender el medio ambiente de los
alumnos al comienzo de nuestra intervención. Podemos hablar así del ambiente como
escenario armónico mínimamente indiferenciado, percibido como algo estático y valorado
desde una perspectiva conservadora como “el mejor de los escenarios posibles”.
La puesta en juego de los conceptos
El uso en el aula de determinados conceptos adaptados a esta visión ligada a lo cotidiano que
acabamos de situar como punto de partida nos facilita el acercamiento a una concepción que
ya podríamos definir como precientífica (el ambiente como recurso) y permite además trabajar
los objetivos de proceso ya mencionados, en el sentido de comprensión crecientemente
ajustada de procesos, extensión asimismo creciente del campo de actuación en el ambiente y
capacidad para elaborar propuestas que modifiquen situaciones. Estos conceptos partirían de
la idea de diversidad aplicada a objetos y seres del medio, puntos de vista, intereses de
personas y grupos etc., y de distribución de los componentes percibidos del ambiente en un
espacio y en un tiempo determinados.
La noción de distribución implica la descentración progresiva de la percepción del medio
ambiente, al utilizar ciertas categorías objetivas para situar los objetos de forma independiente
a la posición del niño.
Hacia la construcción inicial del concepto de interaccíon
A lo largo de nuestra intervención, la visión armónica, estática y de escenario va dando paso a
lo que hemos llamado “ambiente como recurso”. Esto nos permite introducir como cuestiones
de aprendizaje nociones que implican una mayor complejidad, un inicial dinamismo y el
establecimiento de relaciones “evidentes” en el interior de determinados sistemas simples. Así
podemos trabajar determinados objetos de estudio desde la perspectiva de su organización
interna, de las propiedades que poseen los objetos y seres vivos según esa organización y de
las funciones que desempeñan, relacionándolos con la utilización que el hombre hace del
medio ambiente que estamos comenzando a interpretar más allá de la simple descripción.
La construcción del concepto de ambiente no puede desvincularse del desarrollo de
capacidades para tomar decisiones sobre su organización y gestión. La intervención de los
niños y niñas en su ambiente próximo (la propia escuela, la calle, el barrio), tomando iniciativas,
asumiendo responsabilidades y estableciendo lazos afectivos que favorezcan comportamientos
cooperativos y solidarios tiene que contemplarse en la actividad planteada.
Pautas Metodológicas
La idea pedagógica que guía esta propuesta está basada en la formación de conocimiento en
base a la práctica concreta, es decir, ir de lo particular a lo general, para volver a lo particular
en forma de aplicación de lo aprendido.
Es por ello que la puerta a cada nuevo concepto que se quiera introducir será una actividad
práctica, que luego se problematizará con el objetivo de alcanzar un conocimientos reflexivo y
crítico, tanto como para poder aplicarlo en la siguiente fase que será la de generar un proyecto
o actividad que ponga en juego estos conocimientos y sobre todo que permita hacerlos
comunicables. De esta manera el plan de trabajo tomará la forma de un círculo que arrancará y
terminará con la práctica.
Los objetivos de cada etapa serán a grandes rasgos:
Crear situaciones de aprendizaje motivadoras.
Planteando cuestiones o problemas de aprendizaje que sirvan para relacionar las expectativas
de alumnos y alumnas con las propuestas de contenidos elaborados por el equipo docente.
Facilitando recursos o experiencias en relación con los contenidos propuestos. Estableciendo
en el aula una organización del espacio, de los materiales y de los propios alumnos que
favorezcan las relaciones socioafectivas y comunicativas.
Propiciar la explicitación de las ideas y representaciones de los alumnos y de las
alumnas.
Planteando criterios organizadores previos que sirvan para ordenar y facilitar la explicitación de
las ideas previas.
Utilizando materiales y registros de diversos tipos para que los alumnos expongan y desarrollen
esas ideas (no sólo cuestionarios de pregunta respuesta, también dibujos, historietas,
entrevistas, etc.).
Relacionando la expresión de ideas previas con capacidades cognitivas diferenciadas en
relación con el objeto de estudio y con la perspectiva del conocimiento escolar (no solicitar
datos solo recitados de memoria respecto a hechos, sino indagar en las relaciones, en la
búsqueda de nexos causales, en la valoración de procesos sociales en el reconocimiento de
impactos, problemas o situaciones conflictivas, etc.)
Promover el debate entre alumnos sobre explicaciones divergentes en relación con las
ideas previas expresadas.
Estableciendo grupos heterogéneos (desde el punto de vista social, sexual, de madurez
cognitiva, de habilidades instrumentales, etc.) que favorezcan la interacción horizontal de las
ideas previas.
Propiciando los procesos de convergencia y acercamiento entre diferentes concepciones,
valoraciones o interpretaciones expresadas en las ideas.
Utilizando y aceptando diversas representaciones del objeto de estudio como punto de partida
para iniciar el aprendizaje a partir del tratamiento de nueva información.
Introducir el tratamiento de la nueva información.
Estableciendo un plan de actividades que se adapte al tratamiento de la diversidad en el aula.
Procurando situar las actividades en un nivel de dificultad que vaya más allá de lo que el
alumno/a puede aprender o hacer por sí mismo, de manera que la interacción social (con el
profesor, con los compañeros y compañeras, con elementos del medio ambiente) aparezca
como dinamizador del aprendizaje.
Favoreciendo el uso de fuentes informativas diversas y de diferentes materiales informativos
Atendiendo a la formación de conceptos generales a partir de la información utilizada.
Promoviendo situaciones de aplicación de lo aprendido en contextos escolares y
extraescolares.
Favorecer la elaboración y comunicación de conclusiones y propuestas de actuación.
Relacionando las conclusiones con el punto de partida expresado en las ideas previas.
Implicando a los alumnos/as en la toma de conciencia respecto a los problemas planteados,
insistiendo en los cambios de comportamiento personales en relación con el ambiente.
Favoreciendo procesos de intervención adaptados a las posibilidades de los alumnos/as.
Respetando el conjunto de conclusiones como punto de partida para nuevos procesos de
enseñanza/aprendizaje
La Estructura del taller
El taller se dividirá en 3 módulos bien definidos pero en estrecha relación unos de otros. Se
trabajarán con tres ejes: Agua, Energía, Residuos.
Serán estos los disparadores que permitirán ir incorporando conceptos más generales
relacionados a la problemática ambiental, tales como el de Biodiversidad, Desarrollo
Sustentable, Huella Ecológica, Cambio Climático, Deforestación, Efecto invernadero.
Pero serán estos tres ejes los que guíen las actividades realizadas en el aula y las planteadas
en forma de proyectos para poner en juego los aspectos comunicacionales del taller.
Cada módulo, que tendrá una extensión aproximada de 5 encuentros, tomará la forma
mencionada anteriormente, esto es: se dará una actividad práctica, en la que los alumnos
pondrán en juego sus conocimientos previos, sus prejuicios y preconceptos en torno a la
consigna planteada, generando el ámbito propicio para la experimentación y la comprobación o
refutación de estas prenociones.
Con esta movilización generada a partir de la actividad práctica se procederá a reflexionar
sobre lo sucedido durante el ejercicio, sobre los problemas encontrados, las dudas generadas y
en base a las conclusiones alcanzadas por los propios alumnos se procederá a
despersonalizarlas y presentar conceptos teóricos y técnicos vinculados a la problemática
específica trabajada a los cuales se podrá aplicar algún tipo de ejercitación práctica para
ponerlo en juego nuevamente, pero será el eje de esta segunda etapa la consolidación de los
conocimientos rescatados a partir de la práctica.
Con los elementos incorporados y las reflexiones acerca de la práctica iniciada se pasará a una
etapa conciliadora entre ambas en la que se pondrá en juego esta etapa de reflexión junto a los
conceptos adquiridos para dar forma a un proyecto integrador que incorpore elementos de la
práctica periodística que permita dar forma a un producto de comunicación ambiental que
pueda ser difundido a través de los formatos que la comunicación como disciplina engloba. Es
decir, que se pensará de qué manera hacer entendible aquellos que los alumnos
comprendieron luego del proceso de ir desde lo particular hacia lo general y lo abstracto (no
siempre comprendiendo el nivel de abstracción que significa internalizar un concepto
determinado) y sobre todo introducir la problemática de cómo hacer comunicable un concepto o
una idea. A partir de esa consigna se comenzará a elaborar un proyecto que tendrá como
finalidad exteriorizar los conocimientos aprendidos y socializarlos, tanto con el resto de la
comunidad escolar como con la sociedad más próxima, familia y barrio. De esta manera se
estará generando un proceso de mulitiplicación exponencial que será un excelente incentivo
para los alumnos al ver como un producto generado por ellos mismos tiene una llegada directa
a la sociedad a partir de distintas estrategias.
Práctica
Práctica Reflexión
Crítica
La crisis ambiental
La educación ambiental ha sido definida también como la “respuesta educativa a la crisis
ambiental”. Es decir, la reacción, desde un determinado ámbito del pensamiento y el quehacer
humano, a lo que socialmente se reconoce ya como una crisis de dimensiones globales.
Si en el pasado se tendía a hablar de “problemas ambientales”, independientes entre sí y
desconectados del resto de la realidad, actualmente, una aproximación honrada y realista de la
situación debe empezar reconociendo la interdependencia entre factores muy diversos.
Interdependencia entre diferentes aspectos de los conflictos -lo ambiental, lo económico, lo
político, lo cultural, lo legal, lo ético-; entre lo local y lo global; entre los países, las personas, las
culturas; entre los posibles instrumentos y vías de solución...
No nos encontramos, pues, ante un conjunto de numerosos problemas independientes sino
ante un gran problema sistémico: la incompatibilidad entre el sistema económico actual y el
equilibrio ecológico, debido a que cada productor y cada consumidor se convierten, al seguir
las pautas del modelo, en factores de degradación del planeta. Ese carácter sistémico tiene,
además, otra vertiente: nuestras actuaciones, aun en el caso de que sean localizadas -en el
espacio o en el tiempo-, tienen repercusiones que desbordan el punto y el momento del
impacto.
Entre los problemas ecológicos globales, podemos destacar los siguientes: el cambio climático;
la destrucción de la capa de ozono; la escasez de agua y la degradación de su calidad; la
pérdida de tierra cultivable y la desertización; la destrucción de los bosques y otros
ecosistemas; la pérdida de diversidad biológica y de recursos genéticos; la lluvia ácida; la
contaminación de los océanos; la acumulación de ingentes cantidades de residuos, en especial
los tóxicos y radiactivos; etc.
El panorama debe completarse con la faceta social de esta crisis planetaria: una población que
sigue creciendo, precisamente en las zonas más empobrecidas; un aumento de la polarización
entre ricos y pobres, con países enteros por debajo del umbral de la supervivencia; múltiples
conflictos bélicos; una expansión fortísima y caótica de las áreas urbanas -que ya acogen a
más de la mitad de los habitantes del mundo-, con su cadena de consecuencias: progresivo
deterioro del entorno urbano, nuevas patologías asociadas a los estilos de vida, etc.
El esbozo, necesariamente breve, de este panorama nos enfrenta a la urgencia de emprender
cambios en muchos frentes y de asumir responsabilidades, por parte de todos los sectores
sociales, desde lo individual a lo colectivo. La educación ambiental afronta el reto, no ya de
resolver problemas concretos, sino de implicar a la ciudadanía en la construcción de un modelo
de sociedad que no los genere de forma implícita.
El desarrollo sostenible
A partir de la década de los 60, cuando la crisis ambiental empieza a manifestarse con claridad,
la preocupación por integrar la variable ecológica en la economía da lugar al desarrollo de
nuevos conceptos, entre ellos: ecodesarrollo, desarrollo integrado, crecimiento orgánico... y
múltiples acepciones del término “desarrollo sostenible”. Este debate se mantiene circunscrito,
casi exclusivamente, al mundo académico hasta la publicación, en 1987, de “Nuestro futuro
común”, documento elaborado por la Comisión Mundial para el Desarrollo y el Medio Ambiente.
El Informe Brundtland, como se conoce también, populariza el concepto y la interpretación
concreta que hace de él:
“Desarrollo sostenible es el desarrollo que satisface las necesidades de la generación
presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus
propias necesidades.”
La educación ambiental debe generar en las personas conciencia de su capacidad para
intervenir en la resolución de los problemas, superando la impresión de impotencia que
provoca la información teñida de catastrofismo o fatalismo. En este sentido, ha de mostrar y
ayudar a construir alternativas de acción positiva.
Debe propiciar la comprensión adecuada de las principales cuestiones socio-ambientales y
permitir a las personas formarse opiniones fundadas, para lo cual es indispensable el acceso a
información a la vez comprensible y rigurosa.
Debe contribuir a que las personas sean capaces de analizar, interpretar y valorar dicha
información, promoviendo un pensamiento crítico e innovador, que cuestione, de forma
constructiva, los hábitos y estructuras vigentes.
La educación ambiental debe favorecer la aplicación práctica de los aprendizajes a través de
acciones orientadas a solucionar problemas concretos.
Impacto humano
en el medio ambiente
1
Impacto humano en
el medio ambiente
2
¿Cómo impacta nuestra sociedad
al medio ambiente?
Si pudiéramos observar la Tierra desde su satélite
natural, la Luna, luciría como un planeta apacible,
una esfera azul salpicada por masas de nubes
sumida en una aparente e inalterable calma.
Las grandes cuencas oceánicas y los mares, los
continentes, las islas y los hielos perpetuos de
los polos parecerían inmutables. Quizá tan sólo el
movimiento de las nubes nos daría la impresión
de que algo en ella cambia.
Mirando desde ahí, tal vez muy pocos sabrían que
la apariencia actual del planeta es el resultado de
la acción acumulada, a lo largo de varios miles de
millones de años, de fenómenos naturales como los
sismos, las erupciones volcánicas, los huracanes,
la erosión causada por el viento y el agua, así
como por la actividad de los seres vivos.
Esas fuerzas siguen modificando nuestro planeta:
crean nuevas tierras y desaparecen otras, modelan
las costas, remueven y alteran la vegetación
y permiten la evolución de nuevas formas de
plantas, animales y microorganismos. Nuestro
mundo no es estático, está en continuo cambio.
Viajando hacia la Tierra y traspasando su atmósfera,
se harían visibles las huellas de nuestra presencia.
Si es de noche, serían perceptibles los entramados
de las zonas urbanas a manera de manchas de
luz, así como los caminos y las carreteras que
las conectan; de día, los campos agrícolas y los
caminos que cruzan bosques y selvas serían
reconocibles, tanto como los embalses que yacen
detrás de las cortinas de las presas y las minas a
cielo abierto, por mencionar tan sólo algunas de
las huellas que la civilización moderna ha dejado
sobre la superficie del globo.
El desarrollo de nuestra civilización ha modificado,
y en muchos casos de manera substancial, el
paisaje terrestre. Las ciudades y poblados en
los que vivimos, así como los campos de los que
obtenemos nuestros alimentos han removido a
los ecosistemas originales, secado lagos y ríos
-como en el caso de la Ciudad de México (Figura
1.1)- o incluso ganado tierras al mar -como Tokio,
la capital japonesa-. También hemos llevado a la
extinción a numerosas especies y sobrecargado la
atmósfera con gases y contaminantes que causan
3
cambios en el clima, todo ello para establecernos
y permitir que nuestras ciudades y pequeños
poblados sigan creciendo.
Nuestro impacto no ha terminado ahí. Los
productos que empleamos en nuestra vida diaria
provienen de la explotación de los recursos
naturales de muchos de los ecosistemas del planeta.
Los alimentos que consumimos, la madera que
empleamos para la construcción, los muebles o el
papel, los plásticos que envuelven los artículos de
la vida moderna, o los químicos que se emplean
en la industria, agricultura o el hogar, todos de
alguna manera están relacionados con ligeras
perturbaciones o severos daños al ambiente. No es
exagerado decir que nuestro planeta ha cambiado,
y en muchos casos de manera irreversible, con la
expansión y el desarrollo de nuestra civilización
–puedes ver algunas de sus consecuencias en el
cuadro Grandes cambios ambientales en el mundo
y en México–.
Para muchas personas, sobretodo las que viven en
las grandes ciudades, los efectos ambientales de
la producción de bienes y servicios pueden pasar
desapercibidos, ya que se producen muy lejos
de nuestros hogares o trabajos. Por ejemplo, los
efectos ambientales y sociales que la explotación
de la caoba en la Amazonía desencadenan sobre
la selva tropical y sus habitantes, raramente
son conocidos por los ciudadanos europeos o
norteamericanos que la importan para fabricar
sus muebles, como tampoco lo son entre sus
consumidores los impactos que sufren los
ecosistemas marinos de la costa occidental
de Sudamérica por la sobreexplotación de la
anchoveta y otras tantas especies marinas en la
zona de la corriente de Humboldt. Veamos en la
Figura 1.2 con mayor detalle cómo las sociedades
ejercen sus efectos sobre el medio. ejercen sus
efectos sobre el medio.
1973
2000
El crecimiento de la
Ciudad de México
en 27 años
4
Agentes
de cambio
Pérdida de
biodiversidad
Contaminación de
agua, suelo y aire
Disminución de la
disponibilidad
de agua
Cambio climático
y adelgazamiento de
la capa de ozono
Pérdida y alteración
de ecosistemas
Efectos en
el ambiente
Nuestros impactos en el ambiente
Las poblaciones de las que formamos parte ejercen
sus impactos en el ambiente a través de un variado
conjunto de actividades productivas, entre las que
destacan la agricultura y la ganadería, la industria, el
desarrollo urbano –en forma del crecimiento de las
ciudades y poblados y su infraestructura asociaday
el turismo, entre muchas otras. A través de estas
actividades obtenemos los bienes que observamos
a nuestro alrededor y los servicios con los que
satisfacemos nuestras necesidades diarias. Podemos
citar los alimentos que consumimos, los muebles de
nuestras casas y trabajos, el papel que utilizamos, las
prendas que vestimos y los medicamentos que nos
ayudan a curar alguna enfermedad.
5
Las cubiertas forestales se han reducido entre 20 y 50% de su extensión original.
La mitad de los humedales del mundo han desaparecido tan sólo en el último
siglo.
Cerca de 70% de los bancos de las especies de peces comerciales más importantes
están sobreexplotados o capturados a su nivel máximo sostenible.
En los últimos cincuenta años, la degradación del suelo ha afectado cerca de
66% del total de las tierras agrícolas del planeta. Alrededor de 25 mil millones de
toneladas de suelo fértil se pierden cada año en el mundo.
La Tierra experimenta la sexta extinción de especies más importante de su historia
asociada a la expansión y desarrollo de los seres humanos.
Las presas y otras obras de infraestructura han fragmentado cerca de 60% de los
sistemas fluviales del mundo.
Se ha perdido cerca de 37% de la cubierta forestal nacional.
Más de 80% de las pesquerías nacionales han alcanzado su aprovechamiento
máximo.
Cerca de 45% de los suelos presenta algún tipo de degradación causada por el
hombre.
Dos mil quinientas ochenta y tres especies, entre plantas y animales, están
consideradas dentro de alguna categoría de riesgo.
Grandes cambios ambientales en el mundo y en México
Como lo hemos mencionado, la producción o
uso de todos esos bienes tiene consecuencias
en el medio ambiente: la pérdida y alteración
de los ecosistemas y de su biodiversidad, la
contaminación del agua, el aire y los suelos;
y el cambio climático global y la reducción del
grosor de la capa de ozono que nos protege de los
peligrosos rayos ultravioleta de sol.
Todos los elementos del ambiente están
estrechamente relacionados, los problemas
ambientales que afectan a uno de ellos tendrán,
en el corto, mediano o largo plazos, algún efecto
directo o indirecto sobre uno o más de los
restantes elementos.
El mundo
México
6
Veamos un ejemplo de cómo la producción de
bienes afecta a un elemento del ambiente y cómo
éste altera las restantes unidades. La necesidad
de producir más y mejores alimentos para una
población cada vez más numerosa, ha impulsado
a lo largo de los siglos a muchas comunidades
asentadas en los bosques tropicales del mundo
a eliminar la cubierta de bosque original para
obtener nuevos terrenos de cultivo. Su primer
impacto repercute en la merma de la superficie
forestal –con lo que inmediatamente perdemos
muchos tipos de materias primas y otros recursos
naturales de manera definitiva-; pero también
afecta a las poblaciones silvestres de las plantas
y animales que ahí habitaban –que después del
desmonte no encuentran más sitios adecuados
para establecerse y reproducirse-, llegando incluso
a ponerlas en las listas de peligro de extinción.
La pérdida de la cubierta del bosque tropical
también origina que la lluvia, cuando cae y escurre
por el suelo, arrastre muchas más partículas que
las que llevaba originalmente cuando el bosque
estaba presente. En efecto, las hojas de los
árboles disminuyen la velocidad de las gotas al
llegar al suelo, lo que evita que éste se pierda con
fuertes aguaceros y que escurra por la superficie
a gran velocidad, lo que podría ocasionar que
los pequeños riachuelos desemboquen a los ríos
o lagos cargados de sedimentos, volviéndolos
más turbios, e incluso, azolvándolos, es decir,
reduciendo su profundidad y, eventualmente, su
superficie por la acumulación de partículas en su
fondo.
Esta turbidez no sólo causa daños a las especies
de plantas y animales que viven en los ríos y
lagos, los cuales muchas veces requieren de agua
transparente para realizar la fotosíntesis y para
encontrar parejas –en el caso de animales como
los peces y ranas-, sino podría también disminuir
la calidad del agua y afectar a las comunidades
humanas río abajo que se abastecen de ella para
saciar su sed y cubrir otras necesidades.
Si seguimos el viaje de ese cauce de agua en su
camino hacia el mar cargado aún con sedimentos,
podríamos ver también como se depositan en el
mar sobre los corales y otros animales que habitan
en los arrecifes. Esto causaría que muchos de los
corales no pudieran obtener la luz necesaria que
utilizan del sol para sobrevivir y que, después
de un tiempo de continuo depósito, murieran
dejando sin refugio y alimento a los organismos
de muchas especies de animales que dependen de
ellos para sobrevivir –muchos de ellos especies
marinas que utilizamos como alimento–. Con
todo lo anterior puede parecerte claro cómo la
pérdida de tan sólo unas cuantas hectáreas de
bosque tropical puede repercutir en muchos de
los elementos del ambiente, incluyéndonos a
nosotros mismos.
Debemos tener en cuenta que cada vez que
compramos algún artículo (alimento, papel, tela
o plástico, entre muchos otros) o usemos algún
servicio (agua potable o electricidad o visitemos
alguna playa o centro turístico), su elaboración,
transporte, o simplemente su uso o desecho,
genera algún impacto, ya sea grande o pequeño,
en alguno de los elementos del ambiente.
La extracción de todos los
bienes y los servicios que
utilizamos causan, con
distintos grados, impactos en el
ambiente.
7
¿Cómo podemos medir nuestro
impacto en el ambiente?
Medir el impacto de nuestra sociedad en el
ambiente es una tarea compleja. Sin embargo,
se han propuesto diversas maneras para hacerlo,
entre ellas el Índice del Planeta Viviente (IPV)
y el Índice de Sustentabilidad Ambiental (ESI,
por sus siglas en ingles). De todas estás formas
de medirlo, no obstante, la más conocida es a
través de la “huella ecológica”, propuesta en 1996
por el ecólogo canadiense William Rees y un
estudiante graduado que trabajaba con él, Mathis
Wackernagel.
Este concepto se basa en que los seres humanos,
al igual que las plantas y los animales con los que
habitamos el planeta, necesitamos de alimentos,
energía y agua para vivir. Para obtener los
vegetales, las frutas y la carne, así como las fibras,
la madera y la energía eléctrica, necesitamos de
un “pedacito” de la naturaleza, es decir, de una
superficie que nos permita producirlos. De esta
manera, requerimos de muchas hectáreas de
suelos para destinarlos a la agricultura, otras
tantas de bosques para extraer la madera y una
gran superficie para captar y almacenar el agua
que sirve en las hidroeléctricas para generar la
electricidad, así como de minas para extraer
el carbón y otros minerales indispensables en
la industria moderna. A ello debemos sumar
la superficie necesaria para absorber nuestros
desechos, como el bióxido de carbono (CO2) que
se produce por la quema de combustibles fósiles.
Toda esa superficie es nuestra huella ecológica.
Puesto en palabras sencillas, la huella ecológica
es la superficie necesaria –tanto terrestre como
marina- para producir los alimentos y las otras
materias primas que requerimos, así como para
absorber nuestros desechos, generar la energía
que consumimos y proveer del espacio para
caminos, edificios y otro tipo de infraestructura.
Comúnmente, quienes calculan las huellas
ecológicas utilizan como unidades de medida las
hectáreas –cada una de las cuales equivale a diez
mil metros cuadrados-. Si lo que calculan es la
huella ecológica mundial, se utiliza como unidad
la hectárea global, la cual toma en cuenta la
productividad y la capacidad de absorción de los
desechos del planeta como un todo, sin importar si
esta superficie está ocupada por selvas, desiertos
o terrenos con hielos perpetuos, o si ésta se
encuentra en Australia, la India o México.
Puede parecernos lógico entonces que, entre
mayores sean nuestras necesidades de bienes y
servicios –las cuales en efecto han crecido día
con día en el mundo-, mayor será también la
superficie que necesitaremos para producirlos y
desalojar nuestros desechos, y por tanto, nuestra
huella ecológica será también más grande.
Los países con sociedades más industrializadas
tienen huellas mayores que las de los países en
desarrollo. De igual modo, las grandes ciudades
–con muchos habitantes acostumbrados a
estilos de vida muy demandantes de bienes y
servicios- tendrán huellas ecológicas mayores
que los poblados rurales que cuentan con menos
habitantes y que muchas veces no tienen los
servicios más elementales (Figura 1.3).
8
¿De qué magnitud es la huella
ecológica mundial?
La huella ecológica de cada ser humano, calculada
para el año 2003, fue de 2.2 hectáreas. Sin
embargo, nuestro planeta tan sólo es capaz de
otorgar a cada uno de sus habitantes cerca de 1.8
hectáreas. Esta diferencia, lo que nos indica, es
que cada uno de nosotros utiliza más espacio para
cubrir sus necesidades de lo que el planeta puede
darnos. Si sumáramos las huellas ecológicas de
cada uno de los habitantes del planeta en el 2003,
el resultado nos diría que hubiéramos requerido
1.25 planetas como el que tenemos para satisfacer
las necesidades de todos en ese año (Figura 1.4).
Todo lo anterior puede traducirse en que el uso
que hacemos del medio ambiente y de sus recursos
naturales no es sostenible.
La huella ecológica mundial actual ha crecido de
manera importante si la comparamos con el valor
calculado cuatro décadas atrás. En el año 2003 la
humanidad necesitaba cerca de 14 mil 100 millones
de hectáreas –que equivalían a 1.25 planetas
Tierra- para cubrir sus necesidades, mientras que
en 1961 este valor estaba en cerca de 4 mil 500
Año
Número de planetas Tierra
Huella ecológica mundial
Comunidades
rurales
Ciudades
¡La huella ecológica
es mayor para las grandes
ciudades que para los
pequeños poblados
rurales!
países según si éstos tienen un “déficit o crédito”
respecto a su huella ecológica. Los países con las
mayores huellas ecológicas en el mundo en 2003
fueron los Emiratos Árabes Unidos (11.9 hectáreas
por persona), los Estados Unidos (9.6), Finlandia
y Canadá (ambos con 7.6) y Kuwait (7.3). Notarás
que, en general, los países industrializados –como
los Estados Unidos o los países europeos- y aquéllos
con un gran crecimiento económico –como China
o la India- tienen las huellas ecológicas más altas
–con fuertes déficits-, mientras que los países
en desarrollo –como los de Sudamérica o África,
muchos de los cuales tienen una importante
proporción de su población en condiciones de
pobreza- tienen aún un gran “crédito” natural.
Como ya habrás notado, México también tiene
un déficit importante con respecto a su huella
ecológica, pero hablaremos de ello con mayor
profundidad en la siguiente sección.
millones de hectáreas –es decir, medio planeta
Tierra-, lo cual corresponde a un crecimiento de
cerca de 310% entre ambas fechas.
La huella ecológica también puede ser calculada
para cada país en función de sus necesidades y de
los recursos naturales que posee. Con base en ello,
podemos saber cuáles países tienen un “déficit”
en su huella ecológica –es decir, la superficie
que requieren para satisfacer sus necesidades es
mayor que la que pueden ofrecer sus territoriosy
aquéllos que todavía tienen “crédito” natural o
ecocrédito –la superficie necesaria par abastecer
a sus ciudadanos es menor a la que le brinda su
territorio–. En la Figura 1.5 se han clasificado a los
Países con crédito y con déficit en su huella ecológica en 2003
9
La Huella Ecológica de los países en relación a su biocapacidad
Déficit
La huella ecológica mundial creció
cerca de 310% entre 1961 y el año 2003.
10
¿Cómo usamos los mexicanos el
medio ambiente?
En México tampoco usamos adecuadamente
nuestro espacio natural. La huella ecológica
calculada en 2003 fue de cerca de 2.6 hectáreas
por persona, es decir, 0.9 hectáreas más que las
que nos corresponden, por las características
de nuestro territorio, a cada uno de nosotros.
Estamos en el grupo de países con déficit de
huella ecológica y ocupamos el lugar 46 entre las
mayores huellas ecológicas en el mundo. Estamos
incluso por arriba del valor mundial el cual, como
se ha mencionado anteriormente, asciende a 2.2
hectáreas por habitante.
Aunque no se ha medido la huella ecológica de
las grandes ciudades mexicanas –a la fecha tan
sólo se han calculado en Canadá-, seguramente
son también muy grandes. Los impactos de la
Zona Metropolitana de la Ciudad de México,
por ejemplo, van mucho más allá de sus límites
geográficos. Se abastece del agua procedente de
los estados de México, Guerrero y Michoacán, y
desaloja sus residuos a través de las corrientes
fluviales a los estados de Hidalgo y Veracruz.
La electricidad que utiliza la “megalópolis” se
genera en zonas tan remotas como Chiapas
y en ella se comercializa más de 30% de la
producción hortofrutícola nacional, además de
que su industria y transporte consumen cerca
de la cuarta parte de los combustibles fósiles del
país. Podemos imaginar la magnitud de la huella
si tomamos en consideración que en la ciudad
habitan cerca de 19 millones de personas (18.2%
de la población total del país) en tan sólo 0.25%
del territorio nacional.
¿Cuáles son las actividades que
contribuyen más a nuestra huella
ecológica?
Al calcular la huella ecológica, es posible conocer
la magnitud con qué cada actividad contribuye
a determinar su tamaño. Sabemos que a nivel
mundial la superficie necesaria para la captación o
secuestro del bióxido de carbono (CO2) producido
por la quema de los combustibles fósiles, el gas
natural y el carbón, es el rubro que más aporta
a la huella ecológica, demandando poco más de
47% de la superficie total requerida para cubrir
La huella ecológica de México es la
46 a nivel mundial.
¿Cómo contribuyeron las actividades humanas a la huella
ecológica de México y el mundo en 2003?
3.6%
3.6%
6.3%
7.6%
6.7% 2.7%
Energía
nuclear
Asentamientos
urbanos
Quema de
combustibles
fósiles
Agricultura
Ganadería
Pesca Leña
Madera,
pulpa y
papel
El mundo 47.5%
22.0%
0.8% 2.3%
3.1% 2.7% 4.7%
Energía
nuclear
Asentamientos
urbanos
Pesca Leña
Madera,
pulpa y papel
Ganadería
Agricultura
Quema de
combustibles
fósiles
46.1%
27.0%
13.3% México
11
nuestras necesidades (Figura 1.6). Esta captación
o secuestro del CO2 la realizan principalmente
los bosques y los océanos –aun cuando la
contribución de estos últimos no se contabiliza
en la huella ecológica-, lo que evita que todo ese
gas se concentre en la atmósfera y se exacerbe
el llamado “efecto invernadero”. Si deseas saber
más acerca de este efecto y del cambio climático,
consulta la sección de Cambio climático y ozono.
La superficie requerida para el secuestro del CO2
es el componente de la huella ecológica que ha
tenido el mayor crecimiento en el mundo: ¡entre
1961 y el año 2003 creció más de 9 veces! También
en México, este rubro es el más importante,
contribuyendo con cerca de 46% al valor de
nuestra huella ecológica. En la Figura 1.7 puedes
apreciar cómo ha cambiado la contribución de
las distintas actividades humanas a la huella
ecológica mundial entre 1961 y el año 2003.
A la captación del CO2 le sigue en su contribución
a la huella ecológica, tanto en México como en el
mundo, la superficie que requiere la agricultura
–que asciende a cerca de 27 y 22%, respectivamente-.
La ganadería es la tercera actividad que más
contribuye a la huella ecológica nacional (13%)
y le sigue la superficie que necesitamos para la
extracción de madera para producir pulpa y papel,
con cerca de 5% (Figura 1.6).
La superficie que se requeriría para capturar
el bióxido de carbono que producimos
por la quema de combustibles ha crecido
nueve veces entre 1961 y 2003.
Año
Asentamientos humanos
Energía nuclear
CO2 de combustibles fósiles
Miles de millones de hectáreas goblales
Zonas pesqueras
Bosques
Tierras de pastoreo
Tierras agrícolas
12
¿Cómo pueden mantenerse las
sociedades modernas con una
huella ecológica tan grande?
Posiblemente te preguntarás cómo es posible que
la humanidad teniendo una huella ecológica tan
grande –es decir, en la que nuestras necesidades
sobrepasan con mucho las capacidades del
planeta- pueda seguir desarrollándose y aún tener
planes de crecimiento.
Pues bien, los bosques y selvas del planeta, así
como sus recursos pesqueros y otros tantos, están
en constante renovación. Cuando un bosque
o selva se desmonta, si las condiciones son las
adecuadas, comienza de manera inmediata su
regeneración. Nuevos árboles reemplazarán a los
anteriores y, al cabo de un tiempo determinado,
la superficie boscosa se desarrollará de nuevo.
En el caso de las pesquerías, si las poblaciones
explotadas no han sido seriamente afectadas,
pueden recuperarse y alcanzar, también después
de un determinado tiempo, su tamaño original.
Tanto en el caso de las selvas y bosques, como
en el de las pesquerías, su regeneración abre la
posibilidad a nuevas cosechas.
La humanidad a lo largo de su historia ha
explotado intensamente los recursos acumulados
durante millones de años. Muchos de ellos tienen,
como ya lo hemos mencionado, la capacidad de
regenerarse con cierta rapidez –los llamados
recursos renovables, como los bosques o el agua-,
mientras que otros –como el petróleo, el carbón
y el gas natural- no se renuevan en tiempos
cortos, sino requieren de millones de años para
su producción –de ahí su nombre de recursos no
renovables-.
La explotación excesiva que ha hecho la
humanidad de los recursos naturales sólo ha sido
posible por su abundancia y acumulación en el
planeta a lo largo de miles de años. Sin embargo,
esta velocidad de explotación de los recursos no
puede mantenerse indefinidamente; la rapidez
con la cual se recuperan muchos recursos –los
pesqueros, por ejemplo-, es mucho menor que la
rapidez con la que los consumimos. Esto, puesto
en otras palabras quiere decir que un buen día se
agotarán para siempre.
Existen muchos casos documentados de recursos
que muestran claras evidencias de agotamiento
o de que éste será inevitable en las próximas
décadas. Dentro de estos, el del petróleo es
quizá el más emblemático; actualmente las
reservas de este recurso para muchos países son
ya reducidas, lo que ha llevado a la necesidad de
plantear la búsqueda de recursos alternativos
que lo reemplacen. Incluso, los datos que hemos
revisado de la huella ecológica nos señalan que,
de seguir su consumo como hasta ahora, no
tendremos suficiente superficie para absorber la
enorme cantidad de CO2 liberado que produce su
uso, lo que podría conducir a su acumulación en la
atmósfera y al aumento de los efectos del llamado
“calentamiento global”.
No todas son malas noticias. Actualmente
existe gran conciencia de esta problemática.
Los gobiernos, las sociedades civiles, los grupos
independientes organizados y las instituciones
internacionales han desarrollado importantes
campañas de información y alerta acerca de las
consecuencias del mal manejo de los recursos
naturales, así como de las posibles soluciones.
En muchos países se han dado ya muchos pasos
encaminados, finalmente, a reducir las huellas
ecológicas nacionales y de cada uno de nosotros.
Este es, sin duda, uno de los más grandes retos
que enfrentamos hoy día. En la medida que
ocupemos de manera inteligente nuestros recursos
podremos garantizar el bienestar y el crecimiento
de nuestras sociedades. De otra manera, nuestro
futuro puede ser incierto.
¿Qué puedo hacer...?
Conoce la magnitud de tu huella
ecológica
Si quieres conocer de qué magnitud es tu
huella ecológica, te recomendamos visitar la
dirección electrónica:
http://www.earthday.net/footprint/index.
asp
13
WWF-México. La huella ecológica ¿cuánto
necesitas para vivir y cuánto usas? 2004.
Disponible en:
http://www.wwf.org.mx/wwfmex/he_
cuestionario.php
Lecturas y páginas de internet recomendadas
La reducción de la huella ecológica es una tarea
de todos. Tú también puedes colaborar con tu
granito de arena para conseguirlo. A lo largo
de los capítulos de este libro encontrarás una
sección que hemos llamado ¿ Qué puedo hacer… ?
en la que se han incluido un conjunto de acciones
que te permitirán reducir tu impacto sobre los
ecosistemas. Si sigues esas recomendaciones y las
difundes entre tu familia y amigos, colaborarás
sin duda para conseguir un mejor ambiente.
Bibliografía
14
FAO. Global Forest Resources Assessment 2005.
Roma. 2005.
Goñi, R. Ecosystems effects of marine
fisheries: an overview. Ocean & Coastal
Management 40: 37-64. 1998.
Groombridge, B. y M. D. Jenkins. World Atlas
of Biodiversity. UNEP-WCMC. University of
California Press. USA. 2002.
Leakey, R. y R. Lewin. La sexta extinción.
Colección Metatemas. Tusquets. España.
1997.
Semarnat. Informe de la situación del medio
ambiente en México. Compendio de Estadísticas
Ambientales, 2005. México. 2006. Disponible
en:
http://www.semarnat.gob.mx/
informacionambiental/Pages/index-sniarn.
aspx
Vitousek, P.M., H.A. Mooney, J. Lubchenco
y J.M. Melillo. Human domination of Earth’s
ecosystems. Science 277: 494-499. 1997.

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